Programados para pensar en negativo

Counseling y mundo emocional
14 febrero 2019
La necesidad de ser aceptados
26 mayo 2019

Uno de los aspectos que ha demostrado la neurociencia en la última década es la predisposición natural del ser humano de otorgar mucho mayor importancia a aquellos eventos que percibimos como negativos que aquellos que identificamos como positivos. Esto se debe a que resulta mucho más importante para el individuo identificar y recordar aquello que, en un modo u otro, pueden resultar una amenaza para la supervivencia que aquellos que no lo es. Y es que, en la época de nuestros antepasados, aquellos individuos que no eran capaces de reaccionar con rapidez a los peligros de su entorno, simplemente no vivían para contarlo.

A pesar de que el ser humano haya dejado hace tiempo la jungla y ya no deba enfrentarse diariamente con el desafío de la supervivencia, estamos fuertemente condicionados por este mecanismo evolutivo. Es por ello por lo que en nuestro modo de elaborar la experiencia aquellas emociones de carga negativa, como pueden ser el miedo, la angustia, la rabia o la tristeza, se experimentan en modo mucho más intenso, predominando en nuestro recuerdo de forma mucho más duradero. Durante unas vacaciones, por ejemplo, recordaremos con mucha mayor facilidad e intensidad la perdida de las maletas en el aeropuerto o el momento en que un hombre nos intentó robar la cartera, que el espléndido amanecer que se veía desde la habitación del hotel.

Esta realidad no tiene nada de malo, y de hecho es un factor fundamental que nos ha permitido sobrevivir en la dureza de un medio hostil. El problema surge cuando atribuimos un significado no funcional a dichas emociones, amplificando la perspectiva negativa de la experiencia y retroalimentándola en el tiempo. Es así como el modo en el que nos contamos/explicamos la experiencia vivida puede hacer que dicha experiencia se convierta en un problema. No son los hechos que nos suceden sino la explicación de tales hechos bajo el peso de las emociones negativas aquello que se convierte en la fuente del dolor. Es así como cada aeropuerto se puede transformare en una posible amenaza en donde mis pertenencias y yo mismo se hayan en peligro, o cada persona extranjera un potencial ladrón capaz de todo por un poco de dinero.

Debido a nuestro condicionamiento biológico resulta relativamente fácil amplificar las emociones negativas, alimentando a través de complejas narrativas de sentido y significado la realidad vivida. Punto de partida para la generación de creencias donde la realidad resulta una amenaza y nosotros victimas que deben protegerse. Un tipo de estructura narrativa que, si bien nos da una explicación de la realidad, tiene el peligro de que, a largo plazo, nos encastre en un “yo” sin posibilidad de crecimiento y cambio: en el momento que me posiciono como víctima ante un evento mi influencia/responsabilidad sobre aquello que me ocurre se desvanecen, y las posibilidades de un cambiamiento por mi parte desaparecen.

Es trabajo del counsellor guiar al cliente en la búsqueda de aquellas creencias poco funcionales, que, alimentadas por el peso de las emociones negativas, están a la base de las dificultades que vive. Un trabajo cuyo punto de acción es un presente que mira hacia el futuro, en el que tanto los factores que componen el contexto de la persona como los elementos culturales y biológicos forman parte fundamental. 

Encuentro Online